Cuando era chica en mi casa no había libros.
Había espacios...vacíos...dudas...oscuridad...
Y en todo esos lugares entraba perfecto un libro.
Cabía, rellenaba, sellaba, sostenía, acompañaba
Me costó mucho tener libros que fueran míos.
Mucho, mucho
Pero ahora que estoy totalmente rodeada de ellos
Que vienen a mi encuentro y me llevan de la mano a otros libros.
Que juegan conmigo como no pudieron hacerlo antes
Que son el espejo en donde a veces me busco y a veces me encuentro.
Que me hacen llorar, entristecer, y sin embargo los dejo hacer.
Que los veo jugar con mis hijos, llenar los espacios, acompañar sus propios vacíos.
Que tengo la inmensa suerte de compartirlos, de ofrecerlos, regalarlos, darles voz, para que otros también los tengan.
Me siento increíblemente dichosa.
Y algunas veces, sin siquiera soñarlo alguien me acerca un libro suyo, con su firma, con la mano de acariciar , ¡y me hace tan feliz!
Casi como cuando por primera vez supe que un libro era todo mío.
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