miércoles, 13 de agosto de 2025

Leyendo mujeres: Rosalía de Castro

 Uno de los espacios que me reservo en el blog es aquel en dónde exploro la literatura de mujeres. Poesía fundamentalmente, amo descubrir nuevas poetas. No solo por su obra sino también por su vida. Mujeres que traigo al presente y que merecemos recordar, muchas que fueron ocultadas u olvidadas aún estando vivas.



María Rosalía Rita de Castro (Santiago de Compostela, España; 23 de febrero de 1837 - Padrón, España; 15 de julio de 1885) fue una poeta y novelista española que escribió tanto en gallego como en castellano. Considerada entre los grandes poetas de la literatura española del siglo XIX.​

Escribir en gallego en el siglo XIX, es decir, en la época en la que vivió Rosalía, no resultaba nada fácil en ese momento la lengua gallega estaba muy desprestigiada y menospreciada. Toda la tradición escrita se había perdido, y se creía que no era una lengua literaria.

Rosalía sobresalió en el campo de la poesía, a través de la creación de las que pueden ser consideradas sus tres obras clave: Cantares gallegos, Follas novas y En las orillas del Sar.

Hija natural del sacerdote José Martínez Viojo de 39 años y de María Teresa de la Cruz Castro y Abadía de 32 años de familia hidalga. Al ser hija de madre soltera, con escasos recursos la bautizaron como hija de padres desconocidos. Sin embargo su madre, a pesar de lo que significaba en esa época, reconoció a su hija y trató de mantener una relación cercana con ella. Tan amorosa relación fue retratada por Rosalía en sus poemas. Aunque su padre no estuvo con ella, fue gracias a la familia paterna que Rosalía tuvo educación y pudo viajar a Madrid donde conoció a poetas y literatos, entre los cuales estuvo su esposo Manuel Murguía.

Tuvo siete hijo, dos fallecieron muy niños, uno debido a una caída y una en el momento del nacimiento. El matrimonio cambió de domicilio en múltiples ocasiones, vivían separados a causa de las actividades profesionales de Murguía y pasaron por graves problemas económicos.

Rosalía nunca disfrutó de una buena salud, y en vida padeció varias penurias y soledades que se vieron reflejadas en su poesía. Falleció con solo 48 años como consecuencia de un cáncer de útero, pidiéndole a sus hijos que quemaran su obra incompleta.

El primer poema fue el causante de que la conociera, y realmente me enamoró. Les dejo algunos más que me resultaron curiosos por su tema o por su mirada, y un link en dónde pueden recorrer su obra.


Dicen que no hablan las plantas.

Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los pájaros,
Ni el onda con sus rumores, ni con su brillo los astros,
Lo dicen, pero no es cierto, pues siempre cuando yo paso,
De mí murmuran y exclaman:
-Ahí va la loca soñando
Con la eterna primavera de la vida y de los campos,
Y ya bien pronto, bien pronto, tendrá los cabellos canos,
Y ve temblando, aterida, que cubre la escarcha el prado.

-Hay canas en mi cabeza, hay en los prados escarcha,
Mas yo prosigo soñando, pobre, incurable sonámbula,
Con la eterna primavera de la vida que se apaga
Y la perenne frescura de los campos y las almas,
Aunque los unos se agostan y aunque las otras se abrasan.

Astros y fuentes y flores, no murmuréis de mis sueños,
Sin ellos, ¿cómo admiraros ni cómo vivir sin ellos?

No, no es la solución.

No, no es la solución
tirarse bajo un tren como la Ana de Tolstoy
ni apurar el arsénico de Madame Bovary
ni aguardar en los páramos de Ávila la visita
del ángel con venablo
antes de liarse el manto a la cabeza
y comenzar a actuar.
Ni concluir las leyes geométricas, contando
las vigas de la celda de castigo
como lo hizo Sor Juana. No es la solución
escribir, mientras llegan las visitas,
en la sala de estar de la familia Austen
ni encerrarse en el ático
de alguna residencia de la Nueva Inglaterra
y soñar, con la Biblia de los Dickinson,
debajo de una almohada de soltera.
Debe haber otro modo que no se llame Safo
ni Mesalina ni María Egipciaca
ni Magdalena ni Clemencia Isaura.
Otro modo de ser humano y libre.
Otro modo de ser.



Te amo… ¿Por qué me odias?



–Te amo… ¿Por qué me odias?
–Te odio… ¿Por qué me amas?
Secreto es éste el más triste
y misterioso del alma.

Mas ello es verdad… ¡Verdad
dura y atormentadora!
–Me odias porque te amo;
te amo porque me odias.