domingo, 28 de mayo de 2023

Lista para sonreír en otoño (y una lista que te haga sonreir)

 



Mi amiga @eneroenlaciudad o Barbi Couto publicó esta entrada  y yo vengo a iniciar esta conversación de blog a blog.

Debo confesar que me encanta el otoño.
Y no es que me guste como estación, ni que haya decidido que es mejor que el verano (aunque sí pienso que es decididamente mejor estación que el invierno), sino que simplemente la disfruto.

Y vengo acá a exponer mis razones:

1) Me gusta por el mismo motivo que hago lo que hago, o soy lo que soy, disfruto los cambios. No me gusta tanto el frio, como "empezar a tener frio" y cambiar remeras por ropa abrigada. Ni  siquiera es que prefiera abrigarme (en realidad me molesta bastante la ropa de abrigo que no deja de entorpecer mi trabajo y siempre ando desabrigada) pero me entusiasma cambiar el guardarropas.

2) Amo los paisajes de otoño. No puedo dejar de enamorarme de cada árbol que se transforma. Me encantan principalmente los tonos amarillos y rojos que se me aparecen al camino de trabajo. Piso un sendero de hojas secas y vuelvo a la infancia, no puedo resistirme a saltar sobre ellas y ellas apenas se resisten crujiendo bajo mis botas. 

3) Hay una razón otra que Barbi también disfruta, en otoño es la feria del libro y suceden encuentros que esperé todo el año.

Es cierto que no me gustan ni el frío, ni la lluvia, ni los días grises. 

Pero, amo las hojas de otoño flotando entre rayos de sol. 

Pequeños soles luminosos que se detienen un instante a nuestro paso, como si quisieran mostrarse. 

Soy capaz de detenerme y llegar tarde al trabajo, para ver caer una hoja.

Y además, un día luminoso en otoño es un regalo, y como tal lo aprecio. Me reconcilia con la vida.

Pero puedo colaborar con la lista que empezó Barbi:

1) La música es esencial para arrancar el día. Coincido. Si es de la que te obliga a moverte aunque estés inmovilizada en un bondi en la peor hora para viajar. Mi lista de spotify incluye desde Lazy Daisy de Les Luthiers hasta Guacamole de Kevin Johansen, o cualquier tema de Queen o de Juan Luis Guerra. También mueve escuchar podcast (Hora de la nostalgia, mis amigos que hablan de Les Luthiers, Ecos, Grandes infelices). Hay un podcast para empezar los lunes con las mejores vibraciones Historias de la buenas.  Solo buenas historias para emocionarse (les pongo el link de ivoox pero está en spotify.)

2) Ver una peli, una serie, un video, en la cama, acurrucada entre las mantas con alguien querido. La mayor parte del tiempo ese alguien es mi perra que odia el frío (se subió a la cama en marzo y no se bajará hasta septiembre), pero a veces algún adolescente se suma y es volver a tenerlos. 

3) Escribir cartas, pintar, hacer un collage, o empezar su bullet journal (cosa que hice este año y me llenó de felicidad)

4) Ver videos musicales. O fragmentos de viejas películas de Gene Kelly, o Dany Kaye, que nos dan ganas de empezar a estudiar tap en la próxima década, o al menos intentar unos pasos, o cantar en inglés. (los videos de gatitos y perritos también les funcionan a algunas personas)

5) Cantar. La ducha es una buena opción, pero creo que debemos cantar más por la calle, principalmente a todo pulmón cuando atravesamos una avenida concurrida, (digo si somos tímidxs). Tengo una lista de Spotify que es solo para cantar. Hay canciones de Silvio Rodriguez, pero también de Marta Gómez o Serrat.

6) Leer un libro . Ese libro. El que te facilitó tu amiga. El que queria tener hace rato. El que te hizo una zancadilla cuando pasabas por la biblioteca. El que te hace comprar tu librera de confianza. El que te encontraste ordenando el estante de la biblioteca y no recordabas que tenías. La novedad que apareció en bookmate y no sabías que estabas esperando. El que te abriste un estudiante, o una hija.

7) Salir a juntar hojas . A fotografiar hojas. A recolectar hojas para un collage que no sé si harás. No solo lo hago yo, sino que como soy profe de biología ya hice que mis estudiantes también recolectaran hojas. No sé si eso funcionará o nos llevará a algo, pero amo recoger pedazos de árbol.
8) Cocinar algo rico . Si es posible con otro/otra. En verano nadie quiere prender el horno. Así que estoy probando recetas de budines, hice una torta de manzana que solo disfrutó Fluffy, quiero hacer galletitas, ¿probamos de hacer un guiso?, (esos que hace mucho no comemos y que cuando era chica era lo único que comíamos en invierno) . ¿O polenta? (siempre quiero darle otra oportunidad a la polenta). O algo nuevo...(en mi casa de chica no se cocinaba aprendí a cocinar por instinto de supervivencia a los 13 pero tengo un repertorio restringido que estoy tratando de ampliar).

9) Y esto es solo un guiño para Barbi, ir al MICA,  (Mercado de industrias culturales) que inicia este viernes en BA.

10) Leer poesía.


Otoño (Mario Benedetti)

Aprovechemos el otoño
antes de que el invierno nos escombre
enfrentemos a codazos en la franja del sol
y admiremos a los pájaros que emigran.

ahora que calienta el corazón
aunque sea de a ratos y de a poco
pensamos y sintamos todavía
con el viejo cariño que nos queda.

aprovechemos el otoño
antes de que el futuro se congele
y no haya sitio para la belleza
porque el futuro se nos vuelve escarcha.

Caed hojas, caed (Emily Brontë)


Caed, hojas, caed; marchitaos, flores, desvaneceos;
alargad la noche y acortad el día;
cada hoja me habla de dicha
en su airosa caída del árbol otoñal.
Sonreiré cuando guirnaldas de nieve
florezcan donde debería crecer la rosa;
cantaré cuando el ocaso de la noche
dé paso a un día más sombrío.


Y acá un motivo extra para sonreír en otoño. 

11) Iniciar una conversación con una amiga. Una charla informal sobre temas comunes de Córdoba a Buenos Aires. Por whatsapp o por las redes. Sobre el otoño.

Para terminar les cuento un detalle que cada otoño me sigue sorprendiendo. Los árboles caducifolios, (los que pierden sus hojas en otoño, y nos dejan esos colores amarillos, o naranjas o rojos que fotografiamos) mueren un poco cada año. 

El color verde se debe a la clorofila que les permite transformar la luz del sol en alimento, para ellos, y para nosotros. No sobreviviríamos sin esa transformación. Pero en otoño, la luz que es escasa los obliga a elegir. Imposible mantener esa inmensa fronda sin luz, y por lo tanto, la clorofila deja de ser el pigmento prioritario, va desapareciendo lentamente (y asoman los otros colores que no se dejaban ver) justo antes de perder ese órgano tan importante, las hojas.  

Creo que en el otoño, los árboles nos enseñan que hay que dejarse ir, confía en las reservas que cada uno fue acumulando en su vida, y saber esperar.

Vivir en la esperanza de que el sol volverá a brillar con toda su fuerza.

Creer que algún día despertaremos y será al fin, primavera.






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