lunes, 7 de marzo de 2022

¡Basta! (microrrelatos contra la violencia de género)



El tema de la violencia de género está presente en las noticias, en la sociedad, en lo cotidiano.

Es por eso que debemos hacerle un espacio en las aulas para conversarlo, para educarnos, para poder darle palabras a lo que antes no nombrábamos

Estos tres libros son una presencia continua en mis talleres, y en los espacios que comparto con alumnos de secundaria.

El primero que llegó a mí. ¡Basta! + de 100 mujeres contra la violencia de género, con Pía Barros como compiladora, es una versión chilena publicada en Asterión en la Colección La Luna de Venegas. Me fue presentado en 2013, en ocasión del Foro del Libro y la Lectura que organiza la Fundación Mempo Giardinelli en Resistencia, justamente por Pía Barros.

Les aseguro que es uno de los que SIEMPRE me piden a préstamo, en general, mis alumnas mujeres para quedarse leyendo.

Dice Pía Barros (escritora, y editora), en su presentación:

Breves palabras

En un mundo donde ya  a nadie espanta la feminización de la pobreza, donde la hambruna, las guerras, las migraciones, la desidia, la escasa voluntad política minimizan la problemática de género, nos planteamos la necesidad de enfrentar las diversas formas de la violencia desde la cretaividada. Desde la escritura.

No fue difícil encontrar cien escritoras que quisieran enfrentarse al desafío de ciento cincuenta palabras como máximo para contar una historia. Algunas se disculparon por su poca familiaridad con las formas brevísimas y otras, lamentablemente, llegaron después de la fecha límite de la recepción. Esto último demuestra que son varios cientos las escritoras de nuestro país y deja manifiesta otra forma de la violencia de género, la invisibilización de la creatividad de las mujeres.

Aquí poetas y narradoras se dan la mano, porque estoy convencida de que la literatura cambia el entorno que toca, ya sea por reflexión, efecto espejo o simplemente por la belleza. Somos construcciones culturales esa construcción se hace con el lenguaje. Verbalizar, nombrar, es en sí una nuevva creación de mundo, de ese mundo al que aspiramos, un universo no sexista, donde nadie sobre y donde todas y todos seamos imprescindibles.

...

Me parece esencial nombrar, poner en palabras esto que nos sucede a cotidiano, o que leemos a cotidiano, que nos toca, pero de otra manera, de manera literaria. En realidad el desafío de estos microrrelatos es ese, dar voz y decir, a veces de una manera poética, lo que nos duele y lastima.

Les dejo algunos

de Ema Hernández (de Santiago, participa de los Talleres de Narrativa de la I Municipalidad de Maipú, publicado en la antología del taller)

Disfraces

María con su traje de dueña de casa se apresura en los quehaceres.
Martín con su traje de escolar, estudia en su pieza
Raúl con su traje de oficina llega a la casa
La comida aún no está lista. Martín no me ha saludado y un perro cagó en la entrada
Comienza la discusión:
Raúl se pone su traje de verdugo
María se pone su traje de víctima
Martín se pone su traje de superhéroe

de Mariana Marini (psicóloga, narradora y poeta)

Constelaciones familiares

 A mí me pasó lo mismo que a mi madre, y a ella, lo mismo que a la abuela. La abuela no dijo nada, mi madre no dijo nada, yo no dije nada. A mi abuela le sucedió en los años 50, a mi madre en los 70, a mí hace 20 años. Mi madre es medio hermana de mi abuela, y yo, media hermana de mi madre.

de Silvia Rodriguez (poeta radicada en Talca. Su último libro es "Diario de una Cesante")

Cuando ella no está

 Cuando una mujer muere, se evapora un trozo de calle, el tráfico se torna lento, los semáforos se detiene, duelen los úteros, los embriones, los brazos, los profetas silencian, el soldado olvida su misión, un infante deja de jugar, las cosechas entristecen, una estrella se oxida, las lenguas hablan un solo idioma, universo y tierra dejan de girar.
 Cuando una mujer muere, nace una soledad de orfandía, se angustian las flores, nace una pérdida, una desesperación, un abismo infernal, se disecan restos de sangre, se quiebran las miradas, algo se adelgaza, se retuerce, se revuelca, se quema. Aquí dentro muy adentro. Cuando una mujer muere.


 Cien microrrelatos, que hablan de tantas cosas, el travesticidio, la violación, la violencia en el hogar, las desigualdades, los estereotipos. Tanto que nombrar, para que no se repita.

Hace un par de años me topé en la Feria del Libro, de casualidad, con dos versiones argentinas.

Publicado por Macedonia Ediciones: "¡Basta! Cien mujeres contra la violencia de género" y la versión masculina "¡Basta! Cien hombres contra la violencia de género" con Edicion de Amor Hernández, Fabián Vique Leandro Hidalgo, Miriam Di Gerónimo y Sandra Bianchi

Les copio un segmento de la presentación de la primera

Cien formas de decir ¡basta!

En los últimos años se ha globalizado el término "femicidio", esta palabra nueva que ingresa a la lengua condensa historias viejas porque designa nada menos que los asesinatos perpetrados a mujeres por diversas violencias de género. Las estadísticas y la reiteración con las que se conoce y se hace más y más visible este triste fenómeno, que comienza con agresiones y puede finalizar con la muerte de sus víctimas son estremecedoras
...
Que la palabra centuplicada de este libro se transforme en acción, en empatía, en abrazo literario y reparador.
                                Amor Hernández, Fabián Vique, Leandro Hidalgo, Miriam Di Gerónimo y Sandra Bianchi


Ana María Shua, Betina González, María Rosa Lojo, Gloria Pampillo, y tantas más son algunas de las mujeres que participaron.

Entre ellas me encontré con una mujer que para mí fue muy especial: Graciela Susana Puente, mi profesora en el colegio secundario (escritora y Doctora en Letras), a la que reencontré con mucho placer, en este texto:

Con dudas

"No es nada", se dijo, "ya pasó". 
  Ahuecó las alas, había sangre en las plumas. Se limpió en un charco, pero no pudo sacar las huellas. "¿No es nada? Esta vez fue demasiado. Pensó
 Vio un jacarandá con flores. Intentó llegar. Pero no logró cobrar altura y otra vez fue alcanzada y pisoteada.
 Un chico que pasaba la vio en la vereda, la levantó y la llevó a su casa.
 "A lo mejor, pensó

Les dejo otros:
Amalia Vargas
MIRE BIEN A MIS HIJOS

     La comisaría parecía vacía, sólo se escuchaba la televisión encendida. Un oficial desde lejos y sin mirarme, me dijo: ¿qué necesita?. Le conté de los golpes en la cabeza para que no se me notaran las marcas de las violaciones, de las amenazas de matarme y matarse, de los gritos, del arma en la mesita de luz.
    El policía me escuchó y preguntó: ¿Señora usted es casada? Pensé que me iba a tomar en serio al ver que lo era. Le dije: Sí, legalmente estoy casada con él, tengo libreta de matrimonio y todo. Y opinó: Señora, es su marido nomás quien le pega. Todavía lo recuerdo, todavía me duele.
    Retrocedí espantada, lo miré y le grité: ¡Sabe, quiero que mire bien a mis hijos! Mire bien a mis hijos porque si me mata, le pido a usted que los atienda, por favor ¡Mire bien a mis hijos! Y me fui.

María Rosa Lojo
Como el agua

Ella era como el agua. Se escurría, se infiltraba, descendía y trepaba. Se derramaba, crecía, cantaba, cambiaba con los colores de la luz. Alimentaba, refrescaba, danzaba, invisible debajo de la tierra.
     Ella era como el agua. Avanzaba, brotaba, invadía, sumergía, bramaba. Rodaba desde la cumbre hasta el abismo.
    Ella no lo sabía, ella no se sabía. Se dejó meter en un frasco pequeño. Se dejó guardar en un estanque oscuro. Dejó que la pudieran el veneno y los hongos.
    No la reconocían, no se reconocía. Una mañana, el limpió la basura del estante olvidado y la tiró.

Betina Goransky
AMOR SOBRE TODO

Aprieto las manos hasta poner rojos los nudillos, duele, pero menos que mi alma.
    —Amor — dice acongojado—. Esperaba tu llamada. No se repetirá. Me saqué; estoy muy presionado, te necesito; no me dejes.
    Voy al baño con un nudo en la garganta. Me mojo la cara para apartar los pensamientos perturbadores. ¡No, Mara, que todo se repite!
    La escena permanece en mi retina: diez dedos marcados en mi cuello, moretones azules en mis brazos, el dolor de las costillas que me hace perder el aliento.
    El timbre. ¡Es él! El amor golpea de nuevo en mi pecho; el pasado se desdibuja, y una rueda da vueltas en mi cerebro, cambiando todo de lugar.
Va a estar bien, me digo. Al abrir la puerta se escuchan dos sonidos, el disparo y mi cabeza la golpear contra el suelo.
    Todo va a estar bien, insisto. Mi último pensamiento es una disculpa.

Ana María Shua
187

Las mujeres no hablamos de negocios, sobretodo con la lengua atravesada por alfileres al rojo, con los labios sellados con plomo derretido, con la cara hundida en una olla de margarina hirviente ni se nos ocurre hablar (de negocios) a las mujeres.

En último libro (de los que tengo, sé que hay más y en otros lugares de Latinoamérica) las historias fueron escritas por 100 hombres. Se suman voces desde distintos sectores y distintos lugares de Argentina. Les comparto también alguno de esos breves textos que me obligó a detenerme

Daniel Fermani (docente, dramaturgo, y director de teatro)

Cielo túrbido

Miró el cielo, era de color violeta, casi morado. Color obispo, se le ocurrió. Y enseguida se dijo que el cielo no podía ser de ese color. Lo pensó o lo supo. Abrió bien los ojos y levantó la cabeza. Levantó la cabeza y levantó el busto. No. No era el cielo. Era el rostro del travesti con el cual había pasado la noche. El mismo que le había dicho te amo después de hacer el amor. El mismo que había masacrado a golpes. Porque le había dicho te amo, y él era un hombre.

Cuando llevé estos pequeños libros, que caben en la palma de una mano, para leer con mis alumnos de secundaria siempre se hace un inmenso silencio y me piden más...luego de lo cual pasamos a la charla, a decir y decirnos.

La  última vez que los llevé al aula fue en ocasión de la previa, a la marcha "Ni una menos", y varios me preguntaron si eran historias reales.

Les contesté que era ficción.  

Es preocupante, que nos falte tanto para que dejen de ser historias tan reales.


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