lunes, 8 de diciembre de 2025

10 libros que me ayudaron a formarme como mediadora de lectura



La formación como mediadora de lectura me ha llevado los últimos 12 a 14 años de mi vida. Aunque seguramente algunas cosas vengan de mucho tiempo atrás. Pero desde el primer libro que leí cuando cursaba la Especialización en Lectura, Escritura y Educación en FLACSO no paré de buscar lecturas.

Las coloco en el orden aproximado en el que se me fueron apareciendo. No están todas pero si algunas de las más marcadas, o las que más me marcaron. Como ven la pila es mucho más grande pero decidí que no iba a poder poner todas en una entrada. Esto es un comienzo.

Comparto con ustedes este recorrido o como les decían, esta escalera de libros por la que fui ascendiendo.

Mi primer libro me llegó como lectura obligatoria. No me pidieron leer más que un capítulo pero me entusiasmé lo conseguí y lo leí y subrayé muchas veces. Conocer a Petit fue amor.



Fue mi primer libro de Michéle Petit.
Lo conocí (la conocí)
Lccturas: del espacio íntimo al espacio público

De la colección Espacios para la lectura del Fondo de Cultura Económica. Una colección que de algún modo me acompaña desde entonces. Como les contaba, me pidieron que leyera un capítulo y que lo “pusiera en conversación” (recuerdo que me costó entender que me pedían, venía de las Ciencias Exactas, otro lenguaje) con Graciela Montes. No tengo tan claro cuál era el texto pero incluí en mi pila La frontera indómita porque creo que fue uno de los primeros que leí de ella.






A partir de la revolución que significó conocer a estas dos mujeres, entendió que existía un trabajo que quería hacer. Acercar lecturas a diversos lectores. Con esta misión comenzó a trabajar en una Biblioteca Popular en mi barrio. Y ahí fue que me encontré con dos libros uno lo pueden leer acá, y otro es Aproximación a la narrativa ya la poesía para niños. Los pasos descalzos. De María Cristina Ramos (poeta, escritora, editora, de nuestra Patagonia Argentina. publicado en Lugar Editorial). Ese libro fue el primero que leí y reseñé para el boletín de la biblio. Y del que guardé frases como esta:

Habrá que hacerse lector pero alguien con más horas de navegación tendrá que acompañarte desde la orilla. Alguien tendrá que acercar el libro, en lo posible con las mismas manos de la caricia. Alguien que sepa señalar un rumbo sin atarte a él, mostrarte un horizonte para que busques otros.

 

Esto fue un norte, y el inicio en la mediación orientada por la poesía marcó un rumbo.




Comencé a trabajar intensamente, en escuelas, con niñas y niños, y es por eso que busqué libros de mediación. Apareció el libro de Beatriz Helena Robledo (no recuerdo cómo) y me dio algunas ideas de todo lo que se podía hacer. El arte de la mediación. Espacios y estrategias de promoción lectora. Publicado por Norma, en la colección Catalejos que también fue otra de mis favoritas. También necesité del libro de Sergio Andricaín (también creo que ya lo había conocido en persona para ese entonces) y Antonio Orlando Rodríguez. Escuela y poesía ¿y qué hago con el poema? Había descubierto que la poesía era la gran olvidada en las escuelas y ese libro aparte de herramientas, me dio una selección de poemas que me permitió seguir explorando.



Quería conocer más sobre libros para bebés, mi experiencia en la biblioteca y las escuelas estaban lejos de esas edades y pensé debía que formarme. Recuerdo que hice un primer taller con Yolanda Reyes en el Foro Internacional del Libro y la Lectura de la Fundación Mempo Giardinelli. Ahí conocí el libro La casa imaginaria de Yolanda Reyes, y a ella. Fue un antes y un después. El libro me llevó a Colombia y a trabajar en Taller Espantapájaros. Fue también un cambio en mi mirada del mundo. Los bebés leen, descubrí. Los bebes me leen, supe.


Recuerdo que una tarde en la librería de Espantapájaros en Colombia, Yolanda me mostró el libro de Marina Colasanti, y me dijo si lo conocía, enfáticamente me señaló que debía tenerlo. Así fue que Fragatas para tierras lejanas, vino conmigo en la valija. Conocía a Marina Colasanti desde el primer taller que hice con ella y María Teresa Andruetto en Buenos Aires. Siempre las palabras de Marina, me acompañaron. Es un libro al que volvió en distintos momentos. Habla de su propia experiencia como lectora, como escritora, de los cuentos clásicos, de la importancia de no drenar la sangre de los cuentos de hadas, y los temas difíciles en la literatura para los niños.



Cuando comencé a realizar talleres de lectura, me habían recomendado Dime , sin embargo es un libro que leí mucho más tarde. Reconozco que Aidan Chambers no me resultó sorprendente sino muy alineado con lo que yo creía, igualmente es un libro que no termina de leer, creo que aún puedo sacar más jugo, aunque está subrayado y muy ojeado. 

En este camino que compartí con otros y otros, Laura Devetach siempre estuvo presente. Desde su poesía y desde sus palabras. Cuando llegué a este libro hubo mucho que cobró sentido para mí. Mi relación con la poesía, la biblioteca interna que había creado, y que conservaba y compartía. Mi propia textoteca cobró valor, y así la de todas y todos con quienes he compartido este camino:

Textotecas internas que se movilizan y afloran cuando se relacionan entre sí. A  la manera de las retahílas infantiles podemos decir que en cada persona hay muchos textos, que la unión de los textos de muchas personas arman los textos de una familia, de una región, de un país.






Me voy a poner un alto (podríamos seguir porque la pila es muy grande) pero no puedo dejar de mencionar el libro Leer el mundo de Michèle Petit que da nombre al blog. Acá les cuento un poco más de esto.

Y como siempre se puede dar más:


Esta es otra entrada sobre libros que les puede interesar. (van algunos de esta listas y otros que no les menciono aún)

Hasta la próxima