"La lectura nunca fue un hábito para mí; los libros me “asaltaban” desde niña, en cualquier momento y lugar, y yo sucumbía a ellos"
(Antes de comenzar con la entrevista, quiero pedirle disculpas, a ella, y a tantos otros, por demorarme en volver a esta sección que tanto disfruto. Sinceramente me falta tiempo, pero encontrarnos con gente querida y necesaria, conocer los detalles de ese "nacimiento lector", es una de las cosas que más me enriquece y por lo cual empecé este blog, así que seguiré intentándolo. Gracias por responderme las preguntas a Merce y a los demás que aguardan, y por estar ahí...)
Mercedes Calvo nació en Salto, Uruguay. Lectora de poesía desde muy niña, fue maestra durante muchos años. Como docente y capacitadora se interesó siempre en el desarrollo de un lenguaje y una percepción poéticos. Al jubilarse se dedicó a plasmar en el papel toda esa poesía que llevaba adentro, sobre todo poesía para niños
Así se presenta ella...
"Si uno es lo que come soy, antes que nada, el jugo de las naranjas de mi Salto natal, los caramelos de azúcar quemada que hacía mi madre, las sopas interminables -una cucharada para papá, otra para la abuela- donde flotaban, entre las verduras insípidas, los fideos de letras salvadores con los que escribí, en el borde del plato, mis primeros poemas. Si uno es lo que lee, navego con Guillén por el mar de las Antillas, galopo con Alberti, escribo los versos más tristes con Neruda, grito con Lorca que no quiero verla, transito la oscura soledad de Góngora. Voy y vuelvo siempre, con Cernuda, entre la realidad y el deseo. Pero si uno es lo que sueña –y en verdad es poca una oportunidad para las infinitas posibilidades del existir- sin duda estoy comenzando mi segunda vida donde, después de compartir los años escolares de muchas generaciones de niños, vuelvo a la infancia por el hilo misterioso de la escritura, buscando en ella la raíz oscura, pero siempre luminosa, de la poesía"
Mercedes es una gran educadora por el arte, una maestra que sabe escuchar, y además escribe para niños y jóvenes.
Tuve la oportunidad de disfrutar de un taller de poesía con ella en 2017 en el FILBITA, lo que me dio, por un lado la oportunidad de conocerla, y por el otro la confirmación de que es una persona de una sensibilidad exquisita, de una humildad enorme, y de una generosidad con su conocimiento y con su experiencia que se disfruta muchísimo.
Entre sus libros publicados, me voy a detener en algunos con los que he detenido a conversar.
En primer lugar "Los espejos de Anaclara" con el que ganó el premio Hispanoamericano de poesía, y que fue su primer libro publicado por la Editorial Fondo de Cultura Económica
Un libro ilustrado por Fernando Vilela, y que suele encantar a los chicos cuando lo comparto en talleres de poesía. Poemas que juegan al espejo, que dibujan formas de reloj de arena, que aparecen y se esconden, en páginas que nos obligan a detenernos, con colores que brillan. Un libro que no pasa desapercibido cuando lo ofrezco. El ilustrador Fernando Vilela es brasileño, y me acabo de enterar que fue seleccionado para la muestra 2019 de la Feria del Libro de Bologna (entre 2901 ilustradores se seleccionaron tan solo 76)
También publicado por Fondo de Cultura Económica, un libro que disfruté, subrayé (y marqué de mil maneras diferente). Uno al que me encanta volver: "Tomar la palabra. La poesía en la escuela", de la estupenda colección Espacios para la Lectura
En el comienzo leemos...
Y continúa...
Por último, este libro pequeño y repleto de color "En casa de Mariché" publicado por La gran Nilson (objeto que guarda un lugar especial en mi corazón). En primer lugar porque me llegó de la mano de Mercedes, un regalo inesperado, en aquella primera (y única) vez que nos vimos
Un poemario cotidiano, puertas adentro. Que escribió Mercedes e ilustró María José, su hija. Por eso, es un libro amoroso en los detalles, que se lee como una invitación a jugar...
Y ahora, los dejo con sus palabras.
¿Qué recuerdos tienes de tu inicio lector? ¿Qué libro, relato, historia de la infancia, recuerdas especialmente?
El comienzo fueron los cuentos leídos por mi madre antes de dormir: En el país de Caracolandia vivía la señora Caracola con sus dos hijos, Poseían una hermosa casita que sostenía airosamente su mamá… Pero también me leía poemas; recuerdo claramente las Cuatro baladas amarillas, de García Lorca: En lo alto de aquel monte/un arbolito verde/Pastor que vas/pastor que vienes.
Cuando empecé a dar mis primeros pasos me interesaron otros libros: eran los treinta tomos de la Biblioteca de Obras Famosas que papá colocaba en fila en el piso para que yo jugara a los trencitos.
Cuando pude leer por mi cuenta mis padres me compraban, dentro de lo que permitía el menguado presupuesto familiar, cuentos adecuados a mi edad. Así leí Constancio Vigil, Monteiro Lobato, en fin, todo lo que circulaba en el medio en la década del 50. Pero además de los cuentos específicamente infantiles recuerdo libros desconcertantes: La vida de las hormigas, de Maeterlink, por ejemplo, libro que adoré y que aún conservo, regalo de Navidad cuando yo acababa de cumplir cinco años.
¿Quién o quiénes te acercaron los primeros libros o las primeras historias de tu niñez? ¿Cómo llegaste a ellas?
Además de los libros comprados especialmente para mí estaban los que yo elegía, con total libertad, en la biblioteca de casa o en la mejor provista aún de mis tíos. Y esos fueron los que me marcaron, los que me hicieron vibrar. No sé cuál sería mi criterio de elección entre aquellos libros de tantas páginas sin ilustraciones pero lo cierto es que Pío Baroja, Valle Inclán, Francoise Sagan, Colette, Simone de Beauvoir, Tolstoi y Chejov eran mis autores de cabecera.
Mi familia asistía divertida a esta selección y sólo intervenían cuando la luz en mi dormitorio tardaba mucho en apagarse por las noches. Pero siempre quedaba el recurso de la linterna bajo las sábanas.
Aunque hoy puedo recordar el argumento de los cuentos infantiles no guardo más que una difusa sensación de aquella literatura adulta que se me presenta, no obstante, como una experiencia mucho más intensa y removedora. "Zalacaín el aventurero", por ejemplo, es un libro que, aún sin tener clara la anécdota, despierta en mí el recuerdo de una sensación de libertad plena.
¿En qué lugar de tu infancia te recuerdas leyendo? Si tuvieras que describir una imagen de tus inicios lectores ¿cuál sería?
La imagen es clarísima: me veo en la mesa del comedor mirando fijamente esas marquitas negras donde sé que está la clave de la lectura. Tengo cuatro años y la sensación es de impotencia. Al fin, en un arranque, tiro el libro lejos, furiosa. Mi padre me llama: -A ver ¿cuál es el problema? Explico llorando que no sé cómo se hace para leer y que falta más de un año para poder ir a la escuela (en esa época el ciclo escolar comenzaba a los cinco años)
Mi padre recoge el libro y lo abre en una página. Allí una vaca come pasto (aún hoy la veo claramente y recuerdo la textura del papel, áspero y amarillento. Estoy casi segura que era ¡Upa! de Constancio Vigil)
-¿Qué dirá acá? pregunta él, señalando las palabras que acompañan la ilustración. La vaca come pasto, contesto. Y él: Casi. Dice La vaca come. -¿Ves? -le contesto enojada- ¿por qué no dice la vaca come pasto si es eso lo que está comiendo?
Y entonces el milagro: -Porque aquí hay tres palabras ¿ves? La-vaca- come. Y las señala. Nunca he tenido una revelación que me cambiara tanto la vida. Miro y remiro las tres palabras, las leo, enteras o por pedacitos (aún ignoraba que se llamaran sílabas) busco en el libro otras iguales. Paso toda la tarde embebida en esa tarea. Ese día aprendí a leer.
Hoy en día ¿en qué lugar te gusta leer? ¿Tienes algún hábito o costumbre que te caracterice al momento de comenzar a leer o a escoger un libro?
La lectura nunca fue un hábito para mí; los libros me “asaltaban” desde niña, en cualquier momento y lugar, y yo sucumbía a ellos. Mi madre me traía un libro todos los meses, cuando cobraba. A veces, después de dármelo, me pedía que hiciese algún mandado. Yo salía, con el dinero y el bolso apretados en una mano y el libro en la otra. Caminaba leyendo hasta el final de la cuadra, donde un vago instinto de supervivencia me hacía detener, sin cruzar la calle. Al ver que no regresaba ella salía a buscarme y me encontraba aún allí, a pocos metros de casa, absorta en la lectura.
No he cambiado mucho. Recuerdo una vez, ya adulta, que retiré dos libros de una biblioteca. Me habían entusiasmado mucho y estaba ansiosa por leerlos. Entonces, en vez de ir hasta casa, crucé a la plaza que estaba frente a la biblioteca y me senté a leer. Leí los dos de un tirón y claro, en vez de seguir para casa volvía a cruzar para elegir otros.
Si tuvieras que elegir una palabra (pueden ser dos o más) para describir lo que significa un libro ¿cuál o cuáles serían?
No soy fundamentalista del libro como objeto. El libro es una posibilidad. Por lo general, de hacernos pasar un buen rato, algunas veces, de aburrirnos soberanamente, otras –muy pocas- de cambiarnos la vida. Pero cuando sucede, es mágico.
Si tuvieras que decir en pocas palabras lo que significa para vos la lectura ¿cuáles serían?
Una vez le pregunté a un grupo de chiquitos de cuatro años qué era la poesía. La mayoría me miraron desconcertados, pero uno gritó: -¡Yo sé! ¡La que te atrapa! Resultó ser que había confundido la poesía con la policía pero creo que la respuesta se aplica a esta pregunta. La lectura es eso: la que te atrapa.
¿Qué estás leyendo en el momento en que te ha llegado esta entrevista? O ¿qué estás buscando leer?
Hay libros que siempre estoy leyendo hace años ...
No sé qué designios me hacen elegir uno u otro cada noche pero me gusta que sean ellos los que cierren mi día y abran mis sueños.
Estoy buscando leer desde hace mucho Cómo acercarse a la poesía, de Ethel Krauze, Poesía y realidad, de Juarroz y Correo literario de Wislawa Szymborska. Si alguno de tus lectores saben donde encontrarlos me encantaría saberlo.
Tuve la oportunidad de disfrutar de un taller de poesía con ella en 2017 en el FILBITA, lo que me dio, por un lado la oportunidad de conocerla, y por el otro la confirmación de que es una persona de una sensibilidad exquisita, de una humildad enorme, y de una generosidad con su conocimiento y con su experiencia que se disfruta muchísimo.
(acá una foto del Taller de poesía, de uno y de otro lado de la mesa gente imprescindible)
Entre sus libros publicados, me voy a detener en algunos con los que he detenido a conversar.
En primer lugar "Los espejos de Anaclara" con el que ganó el premio Hispanoamericano de poesía, y que fue su primer libro publicado por la Editorial Fondo de Cultura Económica
Un libro ilustrado por Fernando Vilela, y que suele encantar a los chicos cuando lo comparto en talleres de poesía. Poemas que juegan al espejo, que dibujan formas de reloj de arena, que aparecen y se esconden, en páginas que nos obligan a detenernos, con colores que brillan. Un libro que no pasa desapercibido cuando lo ofrezco. El ilustrador Fernando Vilela es brasileño, y me acabo de enterar que fue seleccionado para la muestra 2019 de la Feria del Libro de Bologna (entre 2901 ilustradores se seleccionaron tan solo 76)
Me encuentro en mi cuarto
busco en el espejo
sé que estoy oculta
dentro de mi cuerpo
Miro por la puerta
de mi ojo izquierdo
y veo un camino
que lleva muy lejos
Duerme en los relojes
prisionero el tiempo
Desfleca la noche
los dedos del viento
Cuando en la mañana
ría el limonero
me traerá mi madre
su cesta de besos
Yo no diré nada,
Guardaré el secreto
¡No sabrá que anduve
dentro del espejo!
También publicado por Fondo de Cultura Económica, un libro que disfruté, subrayé (y marqué de mil maneras diferente). Uno al que me encanta volver: "Tomar la palabra. La poesía en la escuela", de la estupenda colección Espacios para la Lectura
En el comienzo leemos...
"Abrir la puerta a la poesía como a una niña a la cual compartiremos juegos y risas, lejos de la preocupación por los contenidos a desarrollar, la organización del tiempo didáctico y las evaluaciones, pero sabedores de que nada será más profundamente formativo que su compañía ni hará posible crear mayores espacios de libertad en el aula"
Y continúa...
..."Puede haber poesía en un cuadro, en una danza, en un poema, pero también puede existir un poema sin poesía y, lamentablemente, en los textos que se trabajan en la escuela hay múltiples ejemplos"...
"La responsabilidad de la escuela es enorme. A ella le compete acercar la poesía no sólo a los niños de los medios marginales, excluidos, en cuyo hogar no encontrarán el ambiente propicio para desarrollarse, sino también a aquellos atosigados de tecnología e información, que corren de un curso a otro durante todo el día hasta caer rendidos frente al televisor"
En este libro nos cuenta su experiencia, y nos da herramientas. Hay mucho de su recorrido por las aulas. Nos pasa la antorcha para leer y escribir poesía. El "Tomar la palabra" que le da título al libro...
"La necesidad de escribir, de decir su palabra, es inherente al ser humano; la necesidad de leer debe crearse, construirse poco a poco. Por eso, partiendo de la necesidad de decir de cada uno podemos hacer posible que el alumno, especialmente cuando pertenece a un ambiente sociocultural marginado, pueda circular libremente por los múltiples espacios que constituyen los territorios de la lengua escirta, no solo leyendo textos sino también produciéndolos, comentándolos, analizándolos, en suma tomando la palabra. Y en esa toma de palabra, elegí la poesía"
Podría seguir...y seguir...solo les recomiendo que lo busquen, y encuentren las páginas que les hablan a ustedes...
Por último, este libro pequeño y repleto de color "En casa de Mariché" publicado por La gran Nilson (objeto que guarda un lugar especial en mi corazón). En primer lugar porque me llegó de la mano de Mercedes, un regalo inesperado, en aquella primera (y única) vez que nos vimos
Un poemario cotidiano, puertas adentro. Que escribió Mercedes e ilustró María José, su hija. Por eso, es un libro amoroso en los detalles, que se lee como una invitación a jugar...
En el armario
de Mariché
¡cuántos milagros
se pueden ver!
Los pantalones
tienen dos nidos
aunque alguien crea
que son bolsillos.
En el izquierdo,
abrigaditos,
hay tres botones
y un lapicito
Duerme un carozo
y un caramelo
endulza el borde
de algún pañuelo
A la derecha
¡no encuentro nada!
¿Habrá volado
ya la nidada?
...
¿Por qué se abren las ventanas
en casa de Mariché?
¿Por el viento?
¿Por las hadas?
Es un misterio
No sé.
Y ahora, los dejo con sus palabras.
¿Qué recuerdos tienes de tu inicio lector? ¿Qué libro, relato, historia de la infancia, recuerdas especialmente?
El comienzo fueron los cuentos leídos por mi madre antes de dormir: En el país de Caracolandia vivía la señora Caracola con sus dos hijos, Poseían una hermosa casita que sostenía airosamente su mamá… Pero también me leía poemas; recuerdo claramente las Cuatro baladas amarillas, de García Lorca: En lo alto de aquel monte/un arbolito verde/Pastor que vas/pastor que vienes.
Cuando empecé a dar mis primeros pasos me interesaron otros libros: eran los treinta tomos de la Biblioteca de Obras Famosas que papá colocaba en fila en el piso para que yo jugara a los trencitos.
Cuando pude leer por mi cuenta mis padres me compraban, dentro de lo que permitía el menguado presupuesto familiar, cuentos adecuados a mi edad. Así leí Constancio Vigil, Monteiro Lobato, en fin, todo lo que circulaba en el medio en la década del 50. Pero además de los cuentos específicamente infantiles recuerdo libros desconcertantes: La vida de las hormigas, de Maeterlink, por ejemplo, libro que adoré y que aún conservo, regalo de Navidad cuando yo acababa de cumplir cinco años.
¿Quién o quiénes te acercaron los primeros libros o las primeras historias de tu niñez? ¿Cómo llegaste a ellas?
Además de los libros comprados especialmente para mí estaban los que yo elegía, con total libertad, en la biblioteca de casa o en la mejor provista aún de mis tíos. Y esos fueron los que me marcaron, los que me hicieron vibrar. No sé cuál sería mi criterio de elección entre aquellos libros de tantas páginas sin ilustraciones pero lo cierto es que Pío Baroja, Valle Inclán, Francoise Sagan, Colette, Simone de Beauvoir, Tolstoi y Chejov eran mis autores de cabecera.
Mi familia asistía divertida a esta selección y sólo intervenían cuando la luz en mi dormitorio tardaba mucho en apagarse por las noches. Pero siempre quedaba el recurso de la linterna bajo las sábanas.
Aunque hoy puedo recordar el argumento de los cuentos infantiles no guardo más que una difusa sensación de aquella literatura adulta que se me presenta, no obstante, como una experiencia mucho más intensa y removedora. "Zalacaín el aventurero", por ejemplo, es un libro que, aún sin tener clara la anécdota, despierta en mí el recuerdo de una sensación de libertad plena.
¿En qué lugar de tu infancia te recuerdas leyendo? Si tuvieras que describir una imagen de tus inicios lectores ¿cuál sería?
La imagen es clarísima: me veo en la mesa del comedor mirando fijamente esas marquitas negras donde sé que está la clave de la lectura. Tengo cuatro años y la sensación es de impotencia. Al fin, en un arranque, tiro el libro lejos, furiosa. Mi padre me llama: -A ver ¿cuál es el problema? Explico llorando que no sé cómo se hace para leer y que falta más de un año para poder ir a la escuela (en esa época el ciclo escolar comenzaba a los cinco años)
Mi padre recoge el libro y lo abre en una página. Allí una vaca come pasto (aún hoy la veo claramente y recuerdo la textura del papel, áspero y amarillento. Estoy casi segura que era ¡Upa! de Constancio Vigil)
-¿Qué dirá acá? pregunta él, señalando las palabras que acompañan la ilustración. La vaca come pasto, contesto. Y él: Casi. Dice La vaca come. -¿Ves? -le contesto enojada- ¿por qué no dice la vaca come pasto si es eso lo que está comiendo?
Y entonces el milagro: -Porque aquí hay tres palabras ¿ves? La-vaca- come. Y las señala. Nunca he tenido una revelación que me cambiara tanto la vida. Miro y remiro las tres palabras, las leo, enteras o por pedacitos (aún ignoraba que se llamaran sílabas) busco en el libro otras iguales. Paso toda la tarde embebida en esa tarea. Ese día aprendí a leer.
Hoy en día ¿en qué lugar te gusta leer? ¿Tienes algún hábito o costumbre que te caracterice al momento de comenzar a leer o a escoger un libro?
La lectura nunca fue un hábito para mí; los libros me “asaltaban” desde niña, en cualquier momento y lugar, y yo sucumbía a ellos. Mi madre me traía un libro todos los meses, cuando cobraba. A veces, después de dármelo, me pedía que hiciese algún mandado. Yo salía, con el dinero y el bolso apretados en una mano y el libro en la otra. Caminaba leyendo hasta el final de la cuadra, donde un vago instinto de supervivencia me hacía detener, sin cruzar la calle. Al ver que no regresaba ella salía a buscarme y me encontraba aún allí, a pocos metros de casa, absorta en la lectura.
No he cambiado mucho. Recuerdo una vez, ya adulta, que retiré dos libros de una biblioteca. Me habían entusiasmado mucho y estaba ansiosa por leerlos. Entonces, en vez de ir hasta casa, crucé a la plaza que estaba frente a la biblioteca y me senté a leer. Leí los dos de un tirón y claro, en vez de seguir para casa volvía a cruzar para elegir otros.
Si tuvieras que elegir una palabra (pueden ser dos o más) para describir lo que significa un libro ¿cuál o cuáles serían?
No soy fundamentalista del libro como objeto. El libro es una posibilidad. Por lo general, de hacernos pasar un buen rato, algunas veces, de aburrirnos soberanamente, otras –muy pocas- de cambiarnos la vida. Pero cuando sucede, es mágico.
Si tuvieras que decir en pocas palabras lo que significa para vos la lectura ¿cuáles serían?
Una vez le pregunté a un grupo de chiquitos de cuatro años qué era la poesía. La mayoría me miraron desconcertados, pero uno gritó: -¡Yo sé! ¡La que te atrapa! Resultó ser que había confundido la poesía con la policía pero creo que la respuesta se aplica a esta pregunta. La lectura es eso: la que te atrapa.
¿Qué estás leyendo en el momento en que te ha llegado esta entrevista? O ¿qué estás buscando leer?
Hay libros que siempre estoy leyendo hace años ...
"El jinete polaco", de Antonio Muñoz Molina:
"La experiencia de la lectura", de Jorge Larrosa
..y la "Poesía vertical", de Roberto Juarroz
...conviven en mi mesa de luz.
Estoy buscando leer desde hace mucho Cómo acercarse a la poesía, de Ethel Krauze, Poesía y realidad, de Juarroz y Correo literario de Wislawa Szymborska. Si alguno de tus lectores saben donde encontrarlos me encantaría saberlo.
¡Gracias Mercedes por tomar la palabra!, ¡gracias lectores!
Nos encontramos en cualquier momento, en este mismo lugar...