Ayer fue el día del lector en Argentina en homenaje al Nacimiento de Jorge Luis Borges.
Va en eso mi agradecimiento a Borges, que de algún modo me hizo lectora ( aunque de ningún modo puedo decir que soy una gran lectora de Borges) y a mi profesora de Literatura de 1ero administrativo Graciela Susana Puente, que fue quien me hizo leer a Borges.
Corría el año 1982 y yo empezaba primer año. No tenía biblioteca en casa. No recuerdo haber leído algo en la primaria, no en la escuela al menos, y ya tenía 12 años cuando llegué a la literatura.
Llegué de la mano de Manucho Láinez, Olga Orozco, Borges.
Cuentos, poemas, que nos hacían analizar en detalle, y luego recrear
Fue amor.
Este poema " La fundación mítica de Buenos Aires" me atravesó. Se me grabó en la mente y la inundó de imágenes.
Salvo María Elena y algunas canciones no creo que leyera poesía. Sí la escribía ya entonces ( enigma) pero esto eran palabras mayores.
En una hoja mecanografiada, como ven ( ¿haría ella las 20 o más copias?). Con los encabalgamientos, las comparaciones, los versos marcados en lápiz, contando sílabas (nada de ese análisis gramatical, me detuvo de disfrutarlo).
Aún puedo repetir esos versos como barcas, meciéndose con una cadencia especial en mi mente..
¿Y fue por ese río de sueñera y barro/ que las proas vinieron a fundarme la patria?/ Irían a los tumbos los barquitos pintados/ entre los camalotes de la corriente zaina.
Y a partir de ahí, el comienzo del secundario, el comienzo de la guerra, el fin de la dictadura. Un año terrible en dónde nos marcó la guerra de Malvinas. Los militares. Mi dolor y mi soledad.
Gracias.
A la poesía, a Graciela, y a Borges.
No hubiera sido igual con cualquier cosa a leer, imagino.
Desde entonces, solo voy por la vida queriendo volver al aula. A la poesía. Y a los libros.
¡ Feliz día !
Acá recitado por el mismísimo Jorge Luis
Fundación mítica de Buenos Aires
¿Y fue por este río de sueñera y de barro
que las proas vinieron a fundarme la patria?
irían a los tumbos los barquitos pintados
entre los camarotes de la corriente zaina.
Pensando bien la cosa, supondremos que el río
era azulejo entonces como oriundo del cielo
con su estrellita roja para marcar el sitio
en que ayunó Juan Díaz y los indios comieron.
Lo cierto es que mil hombres y otros mil arribaron
por un mar que tenía cinco lunas de anchura
y aun estaba poblado de sirenas y endriagos
y de piedras imanes que enloquecen la brújula.
Prendieron unos ranchos trémulos en la costa,
durmieron extrañados. Dicen que en el Riachuelo,
pero son embelecos fraguados en la Boca.
Fue una manzana entera y en mi barrio: en Palermo.
Una manzana entera pero en mitá del campo
expuesta a las auroras y lluvias y suestadas.
La manzana pareja que persiste en mi barrio:
Guatemala, Serrano, Paraguay, Gurruchaga.
Un almacén rosado como revés de naipe
brilló y en la trastienda conversaron un truco;
el almacén rosado floreció en un compadre,
ya patrón de la esquina, ya resentido y duro.
El primer organito salvaba el horizonte
con su achacoso porte, su habanera y su gringo.
El corralón seguro ya opinaba Yrigoyen
algún piano mandaba tangos de Saborido.
Una cigarrería sahumó como una rosa
el desierto. La tarde se había ahondado en ayeres,
los hombres compartieron un pasado ilusorio.
Sólo faltó una cosa: la vereda de enfrente.
A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires:
La juzgo tan eterna como el agua y el aire.
¿Y fue por este río de sueñera y de barro
que las proas vinieron a fundarme la patria?
irían a los tumbos los barquitos pintados
entre los camarotes de la corriente zaina.
Pensando bien la cosa, supondremos que el río
era azulejo entonces como oriundo del cielo
con su estrellita roja para marcar el sitio
en que ayunó Juan Díaz y los indios comieron.
Lo cierto es que mil hombres y otros mil arribaron
por un mar que tenía cinco lunas de anchura
y aun estaba poblado de sirenas y endriagos
y de piedras imanes que enloquecen la brújula.
Prendieron unos ranchos trémulos en la costa,
durmieron extrañados. Dicen que en el Riachuelo,
pero son embelecos fraguados en la Boca.
Fue una manzana entera y en mi barrio: en Palermo.
Una manzana entera pero en mitá del campo
expuesta a las auroras y lluvias y suestadas.
La manzana pareja que persiste en mi barrio:
Guatemala, Serrano, Paraguay, Gurruchaga.
Un almacén rosado como revés de naipe
brilló y en la trastienda conversaron un truco;
el almacén rosado floreció en un compadre,
ya patrón de la esquina, ya resentido y duro.
El primer organito salvaba el horizonte
con su achacoso porte, su habanera y su gringo.
El corralón seguro ya opinaba Yrigoyen
algún piano mandaba tangos de Saborido.
Una cigarrería sahumó como una rosa
el desierto. La tarde se había ahondado en ayeres,
los hombres compartieron un pasado ilusorio.
Sólo faltó una cosa: la vereda de enfrente.
A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires:
La juzgo tan eterna como el agua y el aire.
Y les dejo otro poema de Jorge Luis.