sábado, 3 de febrero de 2024

Leyendo Extraño oficio. María Teresa Andruetto.

 

El pequeño gesto

La escena sucede en 1976, el día más frío de este año. El 5 de julio, en la madrugada. Ellos están en el patio de la penitenciaría, en el barrio de San Martín, en Córdoba. Los han sacado de la celda, todos al patio, desnudos, piernas abiertas y brazos y manos en alto.  Uno junto a otro, contra la pared, prohibido volver la pared, prohibido conocer quién es el vecino de penuria. Los castigan en la noche helada, los amenazan; si bajan las manos, los matan. De repente un tiro, n cuerpo que cae, una voz que dice: Uh, lo maté.

Entre los muchos que están ahí, manos contra la pared, está quien me cuenta esta historia. En algún momento siente que no puede ya controlar la mano, el brazo; es la mano derecha que comienza a resbalársele, que no responde. Entonces alguien, que está a su lado, ese alguien a quien no puede ver, en un gesto mínimo y a la vez tan peligroso, corre apenas su mano. Pone en horquilla los dedos y sujeta la mano del otro.

Así es como una de las personas que más quiero le debe su vida a un desconocido, aquel del pequeño, casi imperceptible y a la vez inmenso gesto. Es imposible agradecer a ese del que no se conoce el nombre, el rostro, su destino; pero sí quizás se pueda uno llamar a devolverlo en otros.

¿Qué hacemos con nuestros actos, con nuestros gestos, con nuestras vidas? Porque la vida está hecha de pequeñísimos gestos, de cada uno de nosotros, personas comunes y corrientes. Entonces vienen a mí esas líneas de un poema de Mary Oliver:

Y ahora, dime,

¿qué piensas hacer con tu única, salvaje, preciosa vida?

 

María Teresa Andruetto.

Extraño Oficio

Penguin Random House.





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